Nuestro entorno produce estímulos que estresan de cierta manera nuestro cuerpo, como consecuencia, nuestro cuerpo reacciona a estos estreses adaptándose. Así, podemos decir que el estrés es la forma en la que nuestro cuerpo se comunica con el entorno. Entendiendo esto, y aprovechando que somos seres racionales e inteligentes, podemos utilizar este conocimiento a nuestro favor para generar aquellas adaptaciones que nos sean más convenientes.
Adaptación
El ser humano se caracteriza por tener una capacidad de adaptación mucho mayor que otros animales, no en vano hemos conquistado todo el planeta. Sin embargo, en el mundo actual, dónde es ubicua la presencia de aires acondicionados, de facilidades de transporte, de comida,… no tenemos ningún requerimiento de estresarnos por motivos de supervivencia.
Esto provoca que el cuerpo no haya tenido necesidad de hacerse más fuerte, y por lo tanto la población tiene poca tolerancia al frío, a los ayunos, a la deshidratación, al ejercicio físico, etc. Esto no solamente se refleja en los procesos fisiológicos, sino también en nuestra salud mental.
Tal y como desarrolla Scott Carney en “What Doesn’t Kill Us”, necesitamos de estresores para construirnos como individuos fuertes, independientes y resistentes ante todo tipo de adversidades. Esto es algo ampliamente conocido entre la gente que entrena. Entrenar muy duro no solamente produce, mejores resultados, sino que también te prepara mentalmente para la aceptación de mayores sufrimientos a largo de tu vida. El deporte puede producir analogías de todo tipo sobre cómo enfrentarse a la vida.
Respuestas al estrés
El problema es que a nadie nos gusta el estrés. El estrés implica introducirnos en el caos. Y cuando lo haces, cuando generas un estrés, existen dos respuestas posibles por parte de nuestro cuerpo: Huir o luchar.
La primera respuesta, es en la cual entramos en pánico y nuestro cuerpo intenta evitar el estrés todo lo posible. El problema con esta respuesta es que no se produce ningún tipo de aprendizaje, la única preocupación de nuestro cuerpo es escapar.
La segunda posible respuesta, luchar, o afrontar de forma consciente el peligro, activa otro tipo de maquinaria en nuestro cerebro que produce procesos de adaptación en nuestro cuerpo. Esto se puede aplicar tanto al ámbito fisiológico como psicológico. Una experiencia muy dura puede ser traumática o puede ser una fuente de aprendizaje de la cual salimos reforzados (este concepto se desarrolla con profundidad en el libro Antifrágil de Nassim Taleb)[1]
Es importante, no subestimar el poder que nuestra mente tiene sobre el cuerpo. En un estudio[2] se proporcionó un placebo a un grupo diciéndoles que eran esteroides, en las siguientes 4 semanas incrementaron sus marcas en 45 kg totales en los 3 levantamientos de powerlifting. SOLAMENTE POR PENSAR QUE ESTABAN TOMANDO ESTEROIDES. Es decir, lo que pienses influirá fuertemente en cómo tu cuerpo se adapte. Recuerda, la realidad es subjetiva.[3]
El Estrés en la vida actual
Es muy común hoy en día oír la frase de qué vivimos muy estresados, pero es una frase que requiere matices, pues parece hacernos entender que en otro tiempo vivíamos tranquilamente en una nube, y todo era mucho más idílico de lo que en realidad era: frío, hambrunas, plagas, jornadas de trabajo de sol a sol, desnutrición, … no eran preocupaciones menores. A día de hoy, disponemos de comida en abundancia, disponemos de aire acondicionado, disponemos de agua potable, sin embargo somos mucho más débiles que hace unos siglos ¿a qué se debe esto? A la falta de estrés.
Sin embargo, hay diferentes tipos de estrés y, como hemos comentado anteriormente, hay diferentes tipos de respuesta al estrés. El estrés puede ser puntual, que, seguido de una etapa de relajación, provoca que el cuerpo se adapte. Pero también puede ser un estrés leve, pero continuo, que es el que encontramos actualmente en nuestra vida diaria: preocupaciones por el trabajo, la pareja, la casa, la luz y el futuro nos persiguen constantemente y pueden producir niveles de estrés y cortisol elevados de forma constante.
Y esta diferencia es crucial a la hora de entender la respuesta diferentes tipos de estrés.
Ejemplos de estrés agudo
Entrenar intensamente de forma puntual te puede hacer crecer; pero entrenar fuerte forma constante puede provocar lesiones, insomnio, depresión, etcétera.
La exposición puntual a terapias de frío muy intenso mejora la respuesta inmune, mejora la actividad mitocondrial, mejora la capacidad de termorregulación del cuerpo; sin embargo una exposición continuada al frío produce hipotermia y eventualmente la muerte.
Un ayuno puntual puede estimular la autofagia, reducir el porcentaje grasa corporal, aumentar la hormona del crecimiento y mejorar la cognición; sin embargo un ayuno muy prolongado puede producir desnutrición, insomnio, pérdida masiva de peso y eventualmente la muerte.
Es por tanto importantísimo manejar cuánto y qué tipo de estrés proporcionamos a nuestro cuerpo para obtener la respuesta que deseamos y no sobrecargar nuestra capacidad de regeneración. Y esto es exactamente lo que exploraremos en el artículo de dentro de dos semanas.
Coméntanos tus pensamientos al respecto del estrés, si has sufrido algún caso de exceso del mismo y cómo lo gestionaste.
Referencias y material adicional
[1] Sobre el aprendizaje ante los miedos link
[2] https://jamesclear.com/wp-content/uploads/2015/07/anabolic-steroids-the-physiological-effects-of-placebos.pdf
[3] Más información sobre los anabolizantes y el efecto placebo aquí.