El otro día estaba yo en casa de mi madre, el campo de batalla habitual donde mi fuerza de voluntad para no comer galletas muere una y otra vez. Y me pongo a ver la tele con ella, que es adicta a los programas de cocina. De esos que parece que están descubriendo América cada vez que hacen una tortilla.

Y en un momento dado, aparece el típico anuncio de un robot de cocina. De esos que te pican la verdura, te hacen la masa del pan y te preparan una paella digna de estrella Michelin mientras tú te rascas los huevos en el sofá. Un milagro, vamos.

Mi madre, con los ojos como platos, suelta:

—Ay, Felipe, qué maravilla. ¿Te imaginas? Podríamos comer sano todos los días sin esfuerzo.

Y yo, que tengo la paciencia justa para pelar una mandarina, pensé: "Hostia, a lo mejor tiene razón".

Y ahí me tienes. Cayendo en la trampa como un pardillo.

Me puse a investigar. Vi reviews, comparativas, vídeos de gente haciendo recetas imposibles. Y todos decían lo mismo: "Este robot te cambia la vida. Es la puta bomba. Es el futuro de la cocina". Me dejé llevar por el hype como un colegial con su primera consola.

Al día siguiente, me planté en la tienda. Un trasto enorme, brillante, con más botones que la cabina de un avión. El dependiente, con una sonrisa más falsa que un billete de 3 euros, me recitó todas sus maravillas. Que si el chef inteligente, que si las mil funciones, que si te hacía un solomillo Wellington con un solo clic.

Pagué. Con la tarjeta echando humo. Me lo llevé a casa con la ilusión de un niño en Reyes.

Y la primera semana, bien. Hice una crema de verduras que no estaba mal. Un arroz caldoso que parecía más bien una sopa. Un pollo al vapor que sabía a... pollo al vapor. Pero sentía que estaba "cocinando". Que estaba "evolucionando". Que era el puto Ferran Adrià del barrio.

Pero la segunda semana... La puta realidad.

Empecé a darme cuenta de que el robot de cocina era un bicho enorme que ocupaba media encimera. Que tardaba más en limpiar sus cuchillas y sus recipientes que en cocinar a mano. Que para hacer algo "realmente bueno", tenías que seguir mil pasos y vigilarlo igual que si lo hicieras tú. Que al final, lo "milagroso" era una paja mental. Y que la mayoría de las funciones avanzadas ni las usaba.

El puto solomillo Wellington seguía siendo un sueño lejano.

Ahora está ahí, acumulando polvo. Un monumento a mi gilipollez. Lo uso para picar cebolla, y con suerte. Porque al final, para la mayoría de las cosas, sigo prefiriendo mi sartén y mi cuchillo. Es más rápido, más sencillo y no tengo que leer un manual de 400 páginas para hacer un huevo frito.

Y la moraleja de esta historia, más allá de mi ineptitud para las compras, es que a veces nos venden la moto con mil promesas, con mil nombres raros, con mil funciones que no sirven para nada. Y lo que de verdad funciona, lo que es simple, efectivo y barato, lo pasamos por alto. Buscamos el atajo complicado, la solución mágica, el "último grito" que nos va a cambiar la vida. Y luego nos damos la hostia.

Y justo de esto, de lo que funciona de verdad sin milongas, va el nuevo vídeo de Pau.

Ha soltado una explicación cojonuda sobre la creatina. Sí, la creatina. Esa cosa que tu cuñado dice que te va a dejar calvo o te va a reventar los riñones.

Pau te explica, sin rodeos, qué es, para qué sirve de verdad, qué beneficios tiene (que los tiene, y muchos), y por qué es de los pocos suplementos que, en la puta ciencia, demuestran ser efectivos, seguros y baratos. Habla de cómo tomarla, qué tipos hay (y por qué solo uno vale la pena, te lo adelanto: el monohidrato, el más barato, of course), y te desmonta los mitos.

Nada de robots de cocina con IA que te prometen abdominales con un clic. Aquí hablamos de algo que funciona, que está probado y que te va a dar un empujón real en tu entrenamiento.

Así que, si estás hasta las narices de que te vendan humo con promesas de mierda, y quieres ir a lo que funciona sin complicaciones, hazte un favor y mira el vídeo. No te prometas a ti mismo que vas a picar cebolla a mano para siempre. O sí, pero que sea tu elección, no porque te engañen.

[El "robot de cocina" que necesitas]

Felipe.

P.D.: Si me ves con un robot de cocina en Wallapop, ya sabes por qué es. Y si me encuentras comprando otro trasto de estos, pégate un tiro en la cabeza, porque no tengo remedio.

Enso Movers
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