He visto el infierno.

Y no, no hablo de las rebajas del Black Friday ni de una comida familiar con tu cuñado. Hablo de un infierno digital, pixelado y diseñado por un japonés con muy mala leche. Hablo de un maldito jefe final de Elden Ring.

Llevaba una semana atascado. UNA PUTA SEMANA. Un bicho asqueroso, enorme, con más brazos que una secta india y una mala hostia que ni yo recién levantado. Me había matado 47 veces. Contadas.

Había probado todas las estrategias. Le había tirado flechas, le había metido espadazos, había intentado envenenarlo, había corrido en círculos como un gilipollas esperando que le diera un ictus. Nada. El cabrón siempre me acababa cazando y me saltaba en la pantalla el cartelito de "HAS MUERTO" con una sorna que me daban ganas de llorar.

El sábado por la noche, después de mi muerte número 48, tiré el mando al sofá. Miré la PlayStation con el mismo odio con el que miro una ensalada. Estuve a esto, A ESTO, de arrancarla de la pared y defenestrarla por la ventana.

"A la mierda este juego", pensé. "Es imposible. No soy lo bastante bueno".

Derrotado, me metí en YouTube a buscar un walkthrough. Un vídeo de un friki explicándote cómo matar al bicho. Y entonces, lo vi.

El problema no era mi fuerza. Era que era un completo ciego.

El bicho tenía un punto débil. Un punto débil ridículo. Una herida mal curada en el tobillo izquierdo. El tío del vídeo corría, le daba dos hostias en el tobillo, el monstruo se caía de rodillas y lo remataba.

Me levanté de la cama. Encendí la Play. Entré. Corrí. Le di dos hostias en el tobillo. Y el cabrón se murió.

Y mientras veía los créditos, no sentí alegría. Sentí una mezcla de alivio y una profunda sensación de ser un completo y absoluto imbécil. Había estado una semana dándome cabezazos contra un muro, cuando lo único que me faltaba era saber dónde mirar.

Al día siguiente, con la resaca de la victoria, fui al gimnasio. Me puse delante de la barra de la sentadilla frontal, mi jefe final personal. Y en lugar de lanzarme a lo bestia, me quedé mirándola y pensé: "A ver, Felipe, deja de ser un ciego. ¿Dónde está el maldito tobillo aquí?".

Porque llevo meses peleándome con ella. "No tengo fuerza en los hombros", "se me cargan las muñecas". Siempre dándole hostias al bicho en la cabeza, frustrado.

Y resulta que Pau, que debe de jugar mucho al Elden Ring, acaba de sacar el walkthrough para este jefe final.

Ha grabado un vídeo donde no te dice "haz más fuerza, vago". No. Te coge de la manita, te lleva al punto débil y te dice: "Mira, cenutrio. El problema no es tu hombro. El problema es que tienes la rotación externa de una puerta oxidada. Prueba esto".

Te enseña los ejercicios específicos para los puntos débiles que ni sabías que tenías. Para la muñeca, para el codo, para el hombro. El truco para que el jefe final se convierta en un chiste.

Si tú también estás en guerra con la sentadilla frontal, si también estás a punto de tirar la toalla, hazte un favor y mírate el walkthrough.

[El vídeo con el truco para matar al jefe final (de la sentadilla)]

Te vas a sentir un poco imbécil, como yo. Pero te juro que merece la pena.

Felipe.

P.D.: A veces el problema no es que te falte fuerza, es que estás apuntando al sitio equivocado. Y que alguien te diga dónde coño está el tobillo, te ahorra una semana de sufrimiento.

Enso Movers
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