Ya está aquí.

Ese momento del año en que tu cerebro se pone en modo hibernación y solo piensa en tres cosas: sofá, mantita y algo caliente.

El puto otoño.

Es el enemigo perfecto. Sutil. Seductor. No te ataca de frente, te seduce con la promesa del descanso.

“Venga, con el día de perros que hace, ¿dónde vas a ir? Quédate aquí, en la cueva, que se está de puta madre”.

Y caes.

Porque el sofá es seguro. Es cómodo. Es calentito.

Te metes ahí dentro y te olvidas del mundo. Un capítulo, luego otro. Y cuando te quieres dar cuenta, han pasado dos meses, estás en diciembre con tres kilos de más y la agilidad de un menhir.

Y entonces llega la siguiente excusa: la Navidad.

“Bah, total, por un par de semanas… ya en enero me pongo”.

Y llega enero, te atragantas con las uvas y te pones a hacer la lista de propósitos de año nuevo con una lagrimita de arrepentimiento.

La misma puta lista del año pasado.

¿Te suena la película?

Es la trampa perfecta. El bucle infinito de la pereza.

Pero hay otro tipo de cueva.

Una cueva donde no te escondes del frío, sino que lo usas a tu favor. Donde no hibernas, sino que te forjas.

La cueva del que entrena en silencio, mientras el resto del mundo está amodorrado en el sofá. El que llega a enero no con una lista de deseos, sino con los deberes hechos y una sonrisa de superioridad.

Esa es la puta clave. Aprovechar la pereza de los demás como tu ventaja competitiva.

Pero para meterte en esa cueva hace falta un plan. Y un par de cabrones que te empujen dentro y no te dejen salir hasta que hayas terminado. Porque ambos sabemos que solo no vas a entrar.

Ahí es donde entran los Pablos y su secta del “onlain coaxin”.

Estos tíos son especialistas en convertir tu salón en una puta forja. Te montan un plan tan a medida que da hasta miedo.

Es tan absurdamente personal que a veces te mandan vídeos de corrección en pijama, desde su casa, a las diez de la noche.

Y lo mejor es que esperan lo mismo de ti.

Aquí no hay postureo. No quieren que te grabes con tu mejor conjunto de Nike. Quieren que les mandes un vídeo, aunque sea en calzoncillos y con legañas, para ver si estás haciendo el puto ejercicio bien.

Es la hostia. Cero gilipolleces, todo curro.

En fin, te cuento esto porque esta es la última llamada para entrar en la secta.

Los Pablos, que son más listos que el hambre, cierran las plazas mañana a medianoche.

Cerrojazo.

Y no vuelven a aceptar a nadie hasta dentro de 3 meses.

Así que tienes dos opciones:

Pasar los próximos 3 meses en el sofá con la mantita, acumulando remordimientos para enero.

O pasar los mejores 3 meses de tu vida y llegar a Navidad más fuerte y ágil que nunca.

Tú verás. La puerta se está cerrando.

[Quiero entrar en la secta AHORA]

Felipe.

P.D.: Si has decidido que lo tuyo es hibernar y mis emails te molestan, aquí tienes la salida de emergencia. Si no, síguelos en redes. Verás lo bien que nos lo pasamos en la puta secta.

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