El otro día quedé a tomar una cerveza con mi colega David.

David es un buen tío. Un tío normal. De los que se compran un coche normal, tienen un trabajo normal y su mayor aspiración para el fin de semana es que no llueva para poder hacer una barbacoa. Un ser humano funcional.

La cosa es que, en un alarde de "año nuevo, vida nueva" (en septiembre, porque es un caótico), ha decidido que se va a poner en forma.

—Me he apuntado al gimnasio, Felipe —me dijo, con el orgullo de quien acaba de desactivar una bomba—. Y he empezado a estirar los isquios. Me pongo 15 minutos cada noche. A ver si llego a tocarme los pies, que estoy más tieso que la mojama.

Se hizo el silencio.

Mi cerebro de miembro de la secta Enso empezó a echar humo. Vi una cascada de conceptos en mi cabeza: "fuerza a final de rango", "el sistema nervioso como gobernador", "la falacia del estiramiento pasivo", "propiocepción"...

Y mi boca, que es una puta traidora, se abrió.

—David —le dije, con el tono de un profeta a punto de revelar la verdad universal—. Tienes que entender que tus isquios no son "cortos". Es tu cerebro el que...

Y ahí empecé a cavar mi propia tumba.

Durante los siguientes diez minutos, le solté una chapa infumable. Le hablé de husos neuromusculares, de cómo el yoga en Occidente ha perdido su propósito original, de la diferencia entre deporte y salud...

David me miraba. Pero no me escuchaba. Tenía esa mirada que pones cuando tu cuñado te está explicando las ventajas de su nuevo robot de cocina. Una mezcla de cortesía, pánico y ganas de arrancarte los ojos. Pude ver cómo su alma abandonaba lentamente su cuerpo y se iba al bar de enfrente a pedirse una de bravas.

Cuando terminé mi monólogo, agotado, él parpadeó un par de veces, como si despertara de un coma, y me dijo:

—O sea, que... ¿estiro 20 minutos en lugar de 15?

Casi me tiro por la ventana.

Y ahí, con una pinta de cerveza a medio beber y la dignidad por los suelos, lo entendí.

No se puede explicar Enso en diez minutos. Es como intentar explicarle la trama de Juego de Tronos a tu abuela en un ascensor. Es imposible. Acabarás sonando como un puto loco y tu abuela pensará que tienes un problema con los dragones.

Para entender de verdad esta puta locura, necesitas tiempo. Necesitas contexto. Necesitas que te lo expliquen los dos putos arquitectos de la secta, no un pringao como yo.

Y resulta que, por un milagro cósmico, un tío llamado Oriol Roda (que debe de tener la paciencia de un santo) ha conseguido sentar a los Pablos y dejarles hablar.

Y han hablado.

Han hablado durante TRES PUTAS HORAS.

No es una entrevista. Es la puta biblia de Enso Movers. Es la respuesta completa, detallada y con todos los putos matices a la simple pregunta de mi colega David.

Por qué estirar es una gilipollez. Por qué tus isquios no son cortos, sino que tu cerebro es un cagón. La diferencia entre deporte y salud. Y otras dos horas y media de puras bombas nucleares de conocimiento.

Si alguna vez te has hecho una de estas preguntas y te has sentido gilipollas por no entender la respuesta, esta es tu oportunidad.

[La respuesta de TRES HORAS a la pregunta más simple del mundo]

Yo se la he pasado a David. Le he dicho que es la versión larga de mi chapa de mierda.

Felipe.

P.D.: La próxima vez que un amigo me pregunte algo así, le voy a pasar directamente el enlace y me voy a pedir otra cerveza. He aprendido la lección.

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