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Mi piso es un puto caos.
No hablo de un "uy, qué desordenado está esto". Hablo de un nivel de caos que haría llorar a Marie Kondo. Hay una pila de ropa en una silla que está a punto de declararse nación independiente. La cocina parece el escenario de una batalla campal entre una piara de jabalíes y un bote de tomate frito. Y creo que en el fondo de un armario hay un tupper con restos de algo que podría ser el origen de la próxima pandemia.
Y cada puto día me levanto y me digo: "Hoy. Hoy es el día en que limpio esta pocilga".
Y cada puto día, me quedo mirando el desastre, mi cerebro hace cortocircuito y acabo en el sofá viendo un documental sobre la migración de los ñus.
El otro día, estaba en un bar, lamentándome de mi propia miseria, cuando se sentó a mi lado Pai-Do Mei. Le invité a una cerveza y le vomité mis problemas.
—Es que no tengo fuerza de voluntad, tío —le lloré—. No soy constante. Soy un puto vago.
Pai-Do Mei me miró con esa calma que te hace sentir como un colibrí con un ataque de ansiedad. Se tomó un sorbo, dejó el vaso en la mesa con la precisión de un neurocirujano y soltó una de sus bombas:
—El movimiento que nace del ruido es mero espasmo. Solo a través del diálogo con la quietud podemos descubrir la narrativa original de nuestro cuerpo y trazar el mapa de lo posible.
Silencio.
Me quedé mirándole, esperando a que se riera o me dijera que era una broma. No lo hizo.
Mi cerebro de pringao echaba humo intentando descifrar el jeroglífico. Y de repente, lo vi.
Traducción de Felipe: "Que el problema no es ser un vago de mierda, gilipollas. El problema es que pensar en qué coño hacer te cansa más que hacerlo".
Y me explotó la puta cabeza.
El problema no era mi falta de voluntad para fregar. El problema era la puta cascada de decisiones que tenía que tomar ANTES de coger la puta fregona. "¿Empiezo por la cocina o por el baño? ¿Quito el polvo antes o después de barrer? ¿Y esta pila de ropa? ¿La quemo y empiezo de cero?".
Mi cerebro se ahogaba en un mar de opciones de mierda. Y la forma más fácil de no ahogarse es no meterse en el agua. O sea, irse al sofá a ver ñus.
La fuerza de voluntad es una puta estafa. Es un músculo diminuto que se agota a la primera de cambio. No puedes confiar tu vida a esa mierda.
Lo que funciona es tener un puto plan. Una puta lista. Un mapa que te diga: "Ahora, haz esto. Y después, esto otro". Un sistema que elimine la necesidad de pensar y te deje solo con la tarea de hacer.
Y mientras volvía a casa, con la revelación dándome vueltas en la cabeza, me di cuenta de que he estado haciendo lo mismo con mi entrenamiento durante años.
Los días que llego al gimnasio sin un plan claro son un puto desastre. "Uf, ¿qué toca hoy? ¿Pierna? Joder, qué pereza. Bueno, hago un poco de pecho. Y algo de bíceps, que eso siempre mola". Al final, acabo haciendo el gilipollas media hora y me voy a casa con la sensación de no haber hecho una mierda.
Y aquí es donde los Pablos, esos dos arquitectos del caos ordenado, se sacan la puta chorra.
El Online Coaching no es una lista de ejercicios. Es un puto sistema antiprocrastinación.
Ellos son los que trazan el mapa. Ellos son los que te hacen la puta lista. Ellos toman las decisiones por ti. Tu único trabajo es presentarte y ejecutar. Le quitan todo el peso a tu fuerza de voluntad y lo ponen donde tiene que estar: en un plan de la hostia diseñado para ti.
Te cuento todo esto porque los arquitectos están aceptando nuevos proyectos.
Las plazas para el trimestre de octubre-diciembre ya están abiertas. Y como siempre, se pasan todo septiembre estudiando los planos de tu casa. La evaluación inicial es la fase de diseño, donde deciden cuál es la mejor puta manera de tirar tus tabiques abajo.
Así que si estás hasta los cojones de que tu fuerza de voluntad te deje tirado, igual lo que necesitas es un buen arquitecto.
[Quiero que me hagan un puto plano]
Tú verás si quieres seguir viviendo en la mierda.
Felipe.
P.D.: He hecho la lista para limpiar. Mañana empiezo. O pasado. Lo importante es tener el plan, ¿no? |