|
Estaba yo el otro día en el parque con Andrea, la Reina del Hip Thrust.
Habíamos terminado de entrenar. Ella, de reventar sus marcas personales en todo lo que implicara mover una barra en línea recta. Yo, de intentar parecerme menos a un mueble y más a una persona.
Estábamos sentados en un banco, con el café en la mano, debatiendo sobre si era mejor un RIR 1 o un RIR 2 para la hipertrofia del vasto externo. Bueno, ella debatía, yo asentía con la cabeza mientras mi cerebro intentaba decidir si el alma existe o si somos solo un saco de carne con ansiedad.
Y de repente, como si fuera una alucinación por falta de carbohidratos, pasó.
Apareció un chaval. No tendría más de 20 años. Y empezó a moverse por el parque como si las leyes de la física fueran una simple sugerencia para él. Saltó un banco con la fluidez de un gato. Se deslizó por una barandilla como si fuera un personaje del Tony Hawk's Pro Skater. Hizo una pirueta rara para esquivar una farola. Era un puto elfo urbano.
Yo me quedé con la boca abierta. Con la misma cara de gilipollas que se me puso la primera vez que vi a los Pablos hacer el pino.
Andrea, en cambio, frunció el ceño. Se le activó el software de "optimización de la hipertrofia" y empezó a analizar al chaval como si fuera un espécimen de laboratorio.
—No lo entiendo —dijo, después de un silencio—. Vale... veo algo de activación en el tibial anterior para la dorsiflexión del tobillo en el salto... pero el estímulo para la hipertrofia es basura.
—Pues... yo creo que se la suda bastante la hipertrofia, Andrea —le contesté, todavía flipando.
—Ya, pero no es eficiente. Con un par de series de sentadilla búlgara con mancuernas consigues un estímulo mucho mayor para el glúteo medio y el cuádriceps. Y es más seguro. Ahí se puede partir un tobillo. Negligencia pura.
Me la quedé mirando. Estábamos viendo lo mismo, pero vivíamos en planetas diferentes.
—Andrea, el chaval no está pensando en su glúteo medio. El chaval está pensando en "cómo coño llego de A a B pasando por encima de esa puta valla".
—Pero, ¿para qué coño sirve eso? —insistió.
Y esa, joder, es la pregunta del millón.
En un apocalipsis zombi, Andrea sería la hostia de fuerte. Sería el puto ariete del grupo. La verías haciendo peso muerto con un coche para bloquear una puerta. Un 10/10.
Pero el puto elfo del parque sería el que sobrevive. El que trepa a un tejado, salta entre edificios y se come una lata de melocotón en almíbar mientras ve desde arriba cómo los zombis usan a Andrea de saco de boxeo.
Ser fuerte está de puta madre. Pero si solo eres fuerte en tres movimientos y luego te tropiezas con un bordillo y te quedas en el sitio, tienes un problema. Te falta el abecedario del movimiento. Y ese chaval se sabía de memoria la Enciclopedia Británica.
La cosa es que esta paranoia de "aprender a moverse" no es una flipada mía. Es una puta disciplina. Y los Pablos, que son más frikis de esto que yo, se han sentado a dibujar el mapa para los que somos unos analfabetos.
Han sacado un episodio de su podcast donde te dan el puto abecedario completo.
Te hablan de equilibrio, de cómo saltar sin parecer un saco de patatas con una pata coja, de coordinación, de ritmo... de todas esas cosas que hacen que un cuerpo deje de ser un cacho de carne y se convierta en una herramienta capaz de hacer cosas increíbles.
Es el manual de instrucciones para dejar de ser un mueble y empezar a ser un gato con párkinson (al principio, luego ya vas mejorando).
Si tú también quieres aprender a hablar ese idioma, a ser algo más que "fuerte", escúchatelo.
[El diccionario para aprender el idioma del movimiento]
Yo, por mi parte, voy a empezar por la primera letra del abecedario: intentar saltar un charco sin que mi cerebro llame a protección civil y despliegue un equipo de los GEO por si acaso.
Felipe.
P.D.: Se lo he pasado a Andrea. Me ha contestado con un emoji de un bíceps y un "ok, pero no te saltes el día de pierna, que te quedas en nada". Hay gente que nunca lo entenderá. |