Estaba yo el otro día en el parque, en mi rincón de los raritos, intentando que una pesa rusa no me arrancara el brazo de cuajo. Un martes soleado, los pájaros cantaban, los niños jugaban... y yo parecía un orangután intentando arrancar un cortacésped.

Y entonces, como si fuera una aparición mariana pero con más abdominales y menos ropa, lo vi.

Era Sergio, "el Sacerdote del Street Workout".

Sergio es un calisténico tan purista que probablemente sude agua mineral del manantial más puro de los Alpes. Es un tipo que cree que las pesas son un invento de la industria para vendernos cosas y que el único camino a la iluminación es a través de la full planche.

Se paró a mi lado, miró la kettlebell con la misma cara que pondrías tú si vieras a alguien echarle ketchup a una paella, y soltó la perla:

—Felipe... ¿todavía sigues usando esos anclajes terrenales? El hierro es una jaula para el cuerpo. El verdadero poder viene de dominar tu propio peso.

Casi me trago la lengua.

—Qué profundo, Sergio —le contesté, con mi mejor sonrisa de imbécil—. ¿Y para el día de pierna qué haces? ¿Diez mil sentadillas al aire hasta que tus cuádriceps se convierten en una masa informe de ácido láctico? ¿O te atas dos garrafas de agua a los tobillos y rezas por la hipertrofia?

Su aura de paz se desvaneció. Le había tocado la fibra.

—Las piernas se entrenan con técnica y control, Felipe. No necesito levantar hierros como un cavernícola. Mi cuerpo es mi gimnasio.

—Tu cuerpo es tu gimnasio para el tren superior, colega —le repliqué—. Que para hacer el pino y las dominadas eres el puto amo, no te lo quito. Pero para tener unas piernas que no parezcan dos palillos de dientes, o te metes debajo de una barra o estás jodido.

Y así empezó. El Génesis de la Tercera Guerra Mundial del Fitness. El Marvel vs. DC de los músculos. La tortilla con o sin cebolla de los hierros.

Que si el gimnasio te vuelve un trozo de carne sin alma. Que si la calistenia es un invento de los influencers para vender planes online. Que si las máquinas son el demonio porque te guían el movimiento. Que si los ‘muscle-ups’ son más funcionales que pagar el alquiler.

Una puta discusión de gilipollas.

Porque, en el fondo, los dos éramos como niños de cinco años discutiendo si es mejor un martillo o un destornillador para clavar un tornillo.

Y la respuesta es tan obvia que duele: depende de para qué coño lo quieras, cenutrio.

La cosa es que, justo cuando estaba a punto de mandarlo a la mierda, me vino a la cabeza la última chapa que nos soltaron los Pablos. Porque, como no podía ser de otra manera, estos dos ya habían destripado este tema.

Se ve que estaban hasta los cojones de escuchar esta misma discusión de cuñaos, así que grabaron un vídeo entero analizando la batalla del siglo. Y no se dejaron nada en el tintero.

Lo han destripado punto por punto:

Economía: ¿Qué es más barato a largo plazo, la cuota del gym o montarte un chiringuito en casa?

Curva de aprendizaje: ¿Con qué es más fácil empezar si eres un novato y no quieres partirte en dos?

Efectividad: ¿Qué funciona mejor para qué objetivo? (Spoiler: no hay una respuesta única, listillo).

Comunidad, adherencia, versatilidad... Vamos, que lo han analizado todo, menos el color de las mallas de los que van a cada bando.

Si estás metido en esta guerra, o simplemente no tienes ni puta idea de por dónde empezar, hazte un favor y míratelo. Te va a ahorrar años de discusiones estúpidas y de entrenar a medias.

[Aquí tienes el vídeo que acabará con la guerra más tonta del fitness]

Yo, por mi parte, he llegado a mi propia conclusión. Lo mejor es crear un monstruo de Frankenstein. Un híbrido.

Ahora, si me disculpas, voy a ver cómo coño puedo hacer un 'muscle-up' con un disco de 20kg atado a los huevos. Tiene que ser funcional por cojones.

Felipe.

P.D.: La próxima vez que alguien te diga que su método es el único y el mejor, desconfía. Probablemente te esté intentando vender algo o es que no tiene ni idea de lo que habla. O las dos cosas.

P.D. 2: Ya sabes cómo va el percal. Si mis correos te dan urticaria, ahí tienes la puerta. Si quieres seguir viendo cómo sufro y aprendo a partes iguales, síguelos en redes.

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