|
Durante años perseguí marcas, tiempos, formas. Contaba repeticiones, macros, kilos, segundos. Y no está mal. En ocasiones, aún lo hago. Pero hoy mi motor es otro. Hoy entreno para que el cuerpo me acompañe el resto del camino. Para que cuando llegue el estrés, el dolor o el caos, yo esté preparado.
Entreno como quien construye una casa. Una casa no se construye solo para lucirla. Se construye para vivirla. Para proteger. Para aguantar el invierno. Para que el viento no se la lleve. Pues el cuerpo igual. No entreno para estar fuerte en Instagram. Entreno para estar fuerte cuando la vida aprieta. Y la vida aprieta. Te cambia horarios, te roba energía, te da hijos, sustos, hipotecas y a veces sustos con los hijos y las hipotecas a la vez.
Y en medio de eso, yo quiero poder sostenerme y sostener mi entorno.
Entrenar como acto de autocuidado (no de autoexigencia). No para castigarme.
No para "arreglar" nada. Entreno como quien se da una ducha de presencia, como quien cuida de su perro sacándolo a pasear. Porque si dejo de moverme, me empiezo a romper.
Y no hablo solo de lesiones. Hablo de paciencia, de claridad, de equilibrio emocional.
Tu cuerpo no es una máquina que solo sirve si funciona "perfecto".
Es un sistema adaptativo. Y cuanto más lo mueves, más resiliente se vuelve.
- Mueves → oxigenas → piensas mejor.
- Fortaleces → sostienes mejor.
- Sudas → limpias.
- Te retas → creces.
No entrenes para llegar más lejos. Entrena para estar mejor donde estás.
-Pablo Jurado |