Cuando consolidas un ejercicio al que le has prestado gran dedicación, dejarlo de lado puede venir acompañado de cierto recelo: "¿Lo perderé?". Y es que jubilar un ejercicio puede ser, en sí mismo, una habilidad.
Para avanzar hacia nuevos objetivos sabes que necesitas priorizar, ya que por mucho que optimices tu programa, siempre habrá límites de tiempo y la recuperación también tiene su techo. Sin embargo, para que no te dejes perturbar por el famoso "use it or lose it", te doy motivos e ideas para que hagas un acto de confianza y lo dejes en segundo plano.
Quédate con esto:
- Alto nivel de consolidación
- Visitas periódicas
- Integración en patrones más complejos
Empezando por los hechos, la cumbre de tu rendimiento no estará donde la dejaste, pero puede no distar si le dedicas un mínimo de atención.
El deterioro funcional (la pérdida de tu habilidad) sigue una curva progresiva. Sin embargo, si has construido una alta capacidad en el ejercicio, este se vuelve más fácil de mantener, porque ese control motor altamente cultivado genera rutas neuronales robustas; esto implica más resistencia al desuso, además de agilizar recuperarlo tras periodos de inactividad.
Por esa razón, un enfoque basado en el mantenimiento, como una sesión quincenal o incluso una revisión mensual, suele ser suficiente para conservar la habilidad. Otra opción es darle intensivos ocasionales: no trabajarlo generalmente y dedicarle unas semanas al año hasta recalibrarla.
Pero ¿y si ni siquiera necesitas apartarlo del todo? En lugar de considerarlo un ejercicio aislado, valora maneras de casarlo con tus nuevos objetivos, haciéndolo parte de algo mayor. Por ejemplo, en el straddle press tu pancake es una maravilla integrada en el patrón: |