La siesta debería ser Patrimonio de la Humanidad.

En serio.

Debería estar protegida por la UNESCO, con subvenciones y todo. Ese momento sagrado, entre las tres y las cinco de la tarde, en el que el mundo se detiene y tu única misión en la vida es producir un hilillo de baba sobre el cojín del sofá.

El nirvana. La paz absoluta.

Y hoy lo tenía joder. El alineamiento cósmico perfecto. Sofá en su punto de abrazo, persiana bajada estratégicamente, el zumbido de la nevera como un mantra zen…

Estaba a punto de cruzar el umbral. Ya veía la luz al final del túnel cuando de repente…

RRRRRRRRRRRRRRRRRRRRIIIIIIIIIIIIIIIIIAAAAAAAAGGGGGGGGHHHH!

El grito de una banshee metálica. Una puta radial cortando el tejido mismo de mi paz interior.

Seguido de un: ¡PAM! ¡PAM! ¡PAM!

Me cago en sus muelas. Los obreros.

Esos seres mitológicos, mitad hombre mitad andamio, que tienen un sexto sentido para saber exactamente cuándo vas a echarte la siesta.

Me asomé por la ventana con la misma cara de odio con la que un gato mira un pepino.

Ahí estaban. Dos armarios empotrados, sin camiseta, sudando bajo el sol, dándole martillazos a algo que, desde mi perspectiva, parecía una pared inocente.

Mi primer instinto fue bajar y decirles cuatro cosas. Algo ingenioso y contundente como: "¡EH! ¡QUE HAY GENTE INTENTANDO DORMIR, CABRONES!".

Luego vi el tamaño de sus bíceps y decidí que mi salud era más importante que mi honor.

Así que volví al sofá. Derrotado. Resignado. Escuchando esa sinfonía del infierno: la radial, los martillazos, la radio con un reguetón de mierda y el grito ocasional de “"¡PÁSAME LA LLANA, PACO!".

Y mientras estaba ahí, cagándome en todo, me dio por pensar.

Estos tíos, con sus martillazos y su radial... están haciendo lo mismo que hago yo cuando me pongo a entrenar en el salón: joderle la siesta a mi señora.

Bueno, es coña. A mi señora le jodo otras cosas.

Pero el ruido, el follón... la idea es la misma.

Porque todo lo que merece la pena construir empieza así. Con un ruido de cojones, con polvo, con molestias. Nadie levanta una pared nueva en silencio. Nadie se pone fuerte en el puto sofá.

El silencio es cómodo. El sofá es la hostia. Pero en el silencio y en el sofá no crece una puta mierda.

Bueno sí, tu barriga.

Y en eso, el "onlain coaxin" de estos dos es exactamente igual que la obra de mi vecino.

Cuando empiezas eres una puta zona de obras.

Los primeros días son la demolición. Un ruido insoportable de agujetas y músculos que no sabías que tenías gritando por piedad.

El polvo de tus propias limitaciones te ciega.

Piensas "¿qué coño hago aquí?", igual que yo pensaba "¿por qué no se callan estos tíos?".

Pero los Pablos son los jefes de obra de puta madre. Vienen con el plano y te dicen "tira esa pared de ahí, que es un mal hábito" y "refuerza ese pilar de allá, que es tu punto débil".

Y poco a poco, el ruido empieza a tener sentido. El caos se convierte en estructura. Y un día te miras y dices: "Hostia puta, mira lo que he construido".

Pero para eso, colega, hay que empezar a hacer ruido.

Y aquí viene la parte que te interesa: la licencia de obras.

La buena noticia es que esto no es el Ayuntamiento.

Aquí no tienes que pedir cita previa para dentro de seis meses, ni traer el DNI compulsado, ni rellenar el Modelo 347B por triplicado para que un funcionario con cara de vinagre te lo selle.

El trámite es instantáneo.

La mala noticia es que la ventanilla, como en el puto Ayuntamiento, también cierra

Pero aquí no hay huelga sorpresa a la que echarle la culpa, ni un cartel de "vuelvo en 5 minutos" que dura tres horas.

El cierre es real.

Mañana se cierran las plazas.

Los capos cierra la obra y no vuelve a abrir hasta dentro de tres meses. Una obra no es una obra si no la dejas descansar.

Así que tienes una elección muy simple.

Quedarte en el silencio cómodo de tu sofá, sin que nadie te moleste. O empezar a picar y construir.

Tú decides chavalote, yo me estoy calzando ya el mono y las botas.

Dame esa puta licencia de obras

Felipe.

P.D.: Último aviso, que no me pagan por hacer de secretario.

Mañana a las 23:59h se acaba.

En una semana te puedes levantar reventado por tu primera sesión... o igual de reventado por las obras de tu vecino.

Tú verás.

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