Vale. Inhala... exhala... y baja un poquito más, Felipe. Solo un milímetro. La gloria está a un milímetro.
¡ME CAGO EN MI PUTA VIDA! ¿Un milímetro? ¿Pero este tío qué se cree, que soy de plastilina? ¡Que tengo una cadera, no una bisagra del Ikea!
Tengo 45 tacos. Podría estar ahora mismo en el sofá, con una bolsa de Doritos y una cerveza fría, viendo un documental sobre el escarabajo pelotero. Una vida digna, coño. Una existencia tranquila y horizontal.
Pero no.
Felipe tenía que ser "especial". Felipe quería "longevidad" y "explorar las capacidades de su cuerpo".
Suena de puta madre en un podcast, ¿eh? Suena a anuncio de yogur con bífidus.
La realidad es que tengo la ingle a punto de declararse nación independiente y mis hombros han presentado una moción de censura contra el resto de tu cuerpo.
Aunque... joder, el otro día hice un pino de un minuto. ¡UN PUTO MINUTO ENTERO! Sin pared. Me grabé para demostrar que no era una alucinación por falta de riego. Lo vi 17 veces. Parecía un superhéroe. Un superhéroe con entradas y ojeras, pero un superhéroe al fin y al cabo. El puto amo.
Sí, muy bonito el minuto de pino, pero ahora mismo estoy intentando que mi pecho toque el suelo en un "pancake" y lo único que va a tocar el suelo es mi dignidad. Y quizá una lágrima.
La culpa es de los Pablos. Los camellos de la movilidad. Te susurran como el que no quiere la cosa, un "mira qué guay esto que puedes hacer", "¿qué tal si metemos esto en el programa?". Y tú, iluso, picas.
Y además no aprendes. Has caído cien veces y la siguiente vez, cuando te lo proponen, les dices «¡Venga, ponme dos!», como si en vez de un ejercicio te estuvieran ofreciendo una caña. Quieres el muscle-up. Quieres la voltereta lateral. Y acabas así, un martes por la tarde, negociando un tratado de paz con tus isquiotibiales.
Espera un segundo... ¿qué es esa luz?
Ah, coño. Eres tú. Estás ahí. ¿Llevas mucho rato mirando? Qué cotilla. Mirando a la gente mientras entrena. ¿No te han dicho que eso es de mala educación?
Bueno, ya que estás, te cuento el chiringuito este y así me escaqueo de meter el set, que me toca uno de esos que te reinician el Windows.
Yo llegué aquí hecho un cristo. Con más caos que la sección de comentarios de un periódico y con un sueño de crío: hacer el pino. Para rematar, el día antes de empezar, me rompí el pectoral.
Fantástico.
Una señal divina para que me quedara quieto.
Pero estos dos cabrones, en vez de decirme "quédate en el sofá, abuelo", me dijeron: ¡No pasa nada! Todavía tenemos 5.836.253 formas de hacerte sufrir. Y me pusieron a hacer cosas rarísimas con las piernas.
Y oye, que seis meses después no solo estaba recuperado, sino que estaba haciendo mis primeros muscle-ups. Que te quedas tonto, vamos. Pero joder cómo sudé...
Todo esto con su "onlain coaxin", que suena a secta finlandesa. Menudo sistema tienen montao. Vamos, que la mafia italiana parece un grupo de boy scouts vendiendo galletas comparada con lo de estos dos pavos.
Espera ¿Que no sabes lo que es el "onlain coaxin"? Mira, aquí te dejo su manual de sufrimiento:
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Vale, a lo mejor me estoy pasando. Pero te lo juro, tío, es una fábrica de juguetes.
Empiezas queriendo hacer el pino y acabas haciendo volteretas y movidas que solo habías visto en las pelis de ninjas de los 80.
Y lo mejor de todo es que no eres el raro de tu grupo, porque encima tienen una comunidad de pringaos a los que torturar ¡que todavía son más frikis que tú!
Un alivio, la verdad.
En fin, no sé ni por qué te cuento esto. Supongo que el dolor me hace querer que otros sufran conmigo.
Por cierto, si te pica la curiosidad y eres igual de masoca, que sepas que estos dos cierran las plazas el domingo que viene. Es ¿22?. Creo que sí, nunca se me han dado bien las mates. Y encima no las vuelven a abrir en 3 meses.
¿Por qué? Porque son unos listos. Unos engreídos. A estos les gusta que la tortura dure lo suficiente. Saben que a los tres meses ya se te ha olvidado este sufrimiento inicial, ves el progreso y te vienes arriba porque de repente puedes tocarte los pies sin parecer un Playmobil. Entonces piensas "hostia, pues esto funciona". Y cuando te quieren echar, eres tú el que pide renovar.
Hay que ser gilipollas.
En fin. Aquí estoy yo, un trimestre más. Atrapado.
Si te apuntas, nos vemos dentro.
P.D.: Trae ibuprofeno. |